Francisco Javier Lastra, vecino de Carbayín Alto (Siero) es aficionado a la caza desde su juventud, una tradición que heredó de su padre y su abuelo, y que ha transmitido a su hijo. En noviembre, se proclamó Campeón de Asturias de caza menor con perro, la única disciplina que practica. Sube al monte siempre que puede, durante los apenas tres meses al año que está abierta la veda. El resto del año disfruta de sus perros, sobre todo de ‘Beka’, la setter inglesa que siempre le acompaña, y que le ayudó a ganar el último campeonato.

-¿Cómo se acercó al mundo de la caza?

-Tengo 48 años, y me aficioné a este mundo con unos 12, cuando acompañaba a mi padre. Con 14 ya sacaba perros sin arma, y más tarde empecé a cazar. Nunca lo he dejado, y cada día me gusta más. Ese es mi vicio.

-¿Qué modalidad practica?

-Caza de becada, de arcea. Es la que siempre conocí, y la que siempre me gustó. Aquí en Asturias, es la caza menor que tenemos. Si no, tienes que salir fuera, a León, a cazar la perdiz. Yo prefiero cazar en nuestros montes. A veces dicen que estamos locos cuando salimos un día lloviendo, o casi nevando, pero al que le gusta la caza, no le importa el mal tiempo.

-¿Nunca probó la caza mayor?

-La practiqué durante tres años, pero ya lo dejé. Ahora solo cazo arcea en el coto de Infiesto. Con eso me vale.

-¿Qué es lo que más le gusta de la caza?

-Sobre todo el trato con el perro. Pasar el día en el monte en compañía del animal, es lo más guapo de la caza. Llamarlo, pasarlo por un lado, por el otro…Hay días que levantan muchas, y otros no ves nada.

-¿Cuántos perros tiene en casa?

-Cuatro perros, porque en casa somos tres cazadores. Mi padre, Roberto, mi hijo Pablo (que el año pasado quedó tercero en el Campeonato de Asturias de arcea) y yo.

-¿Es aficionado desde hace tiempo a los campeonatos?

-Siempre me gustaron, más que nada para conocer gente, aprender de ellos, y pasar un buen día de caza. Mi hijo siempre me anima. He participado tres años seguidos: el primero me quedé a las puertas, el segundo quedé tercero, y este año, campeón.

-¿Compite contra tu propio hijo?

-No, no. Con él no puedo, porque es mucho mejor que yo. Aprendió de mi padre y de mí, y tiene ventaja. La nueva generación evolucionó a mejor (se ríe).

-¿Cómo ha cambiado la caza en los últimos 40 años?

-Ha cambiado muchísimo. Antes nos respetábamos más entre nosotros, éramos más serios, e íbamos al monte a pasarlo bien. Ahora esa consideración ha desaparecido. Muchos van a competir, si te pueden pasar por encima, te pasan, y ya no es como antes. Yo salgo a cazar con mi hijo, a pasar un buen día, a disfrutar de los perros y de la compañía, a desconectar del trabajo y de los problemas, y a no reñir con nadie. Otros parece que tienen ganas de provocar. Cuando hay poca arcea, la gente va de oídas. Escuchan que tal cazador mató en tal sitio, y van para allá, sin preocuparse de si otro llegó primero ni preguntar. Antes, si te encontrabas con alguien, hablabas, colaborabas, y después cada uno se iba por un lado, o acababas cazando juntos. De eso hay cada vez menos. Algunos solo quieren cubrir el cupo, matar e irse.

-Como cazador veterano, ¿se siente acosado por los ecologistas o anti-caza?

-Yo respeto a todo el mundo, no me estorba nadie. Entiendo a la gente que no le gusta que maltraten a los perros, o que hagan sufrir a un animal. Yo soy el primero que cuido a mis perros lo mejor que puedo, y no me gusta matar por matar. No me presta cuando mato a la arcea, a mí me presta cuando el perro se queda a hacer la muestra, me la levanta, doy dos tiros y no la alcanzo. Porque entonces hay que volver a empezar a buscar. Cuando cae, se acabó la emoción.

-Pero les meten a todos en el mismo saco.

-Es lo que no me gusta. Yo respeto al que le gusta otro deporte, o al que le gustan los toros. Y quiero que me respeten a mí. A veces subes al monte y te encuentras a gente que te insulta y te llama de todo cuando ven que eres cazador. Te provocan, pero tienes que mantener la sangre fría.

-Hoy, el cazador es el primer interesado en cuidar el monte.

-Por supuesto. Cuando llega la nieve y el invierno, el que sube a dar comida a los animales es el cazador, porque si no morirían de hambre. Y cuando hay un animal enganchado en un alambre de espinos es el cazador el que va a soltarlo. Nunca he visto a uno de esos supuestos ecologistas haciendo algo así. Hay asociaciones que cobran subvenciones, pero que nunca han puesto un pie donde hace falta ayuda.

-Y también, en cuidar a sus perros.

-Quitando a algunos salvajes, todos queremos a nuestros perros. Desde que tengo uso de razón, siempre hubo perros de caza en mi casa, desde los tiempos de mi abuelo. El día que te muere un perro de viejo, es un gran disgusto. Pasas muchas jornadas con ellos en el monte, te aportan mucho, te dan cariño y confianza. Mi perra no se separa de mí, solo le falta hablar. Me entiende, la entiendo… De no ser por ‘Beka’, no hubiera ganado el campeonato ni podría cobrar ninguna pieza. El perro en la caza no es compañía, es el 90% de la caza. Son animales muy nobles. Demasiado nobles. Yo cazo del 20 de octubre al segundo domingo de febrero. Pero durante todo el año, cuido a mis perros a diario, los alimento, los suelto… La gente está muy equivocada cuando creen que esto solo consiste en subir al monte, disparar y matar. Y la caza es mucho más.