“Siempre había una mula o caballo para realizar los trabajos de las fincas, ‘carretar’ la hierba, y siendo un chaval, compré una potra y seguí con ello hasta el día de hoy”, así explica Fernando Boto Fernández cómo nació su afición por la cría de caballos de aptitud cárnica, una tradición y afición muy habitual entre los ganaderos de su zona, Páramo (Teverga). El alza de precios tanto de los potros como de las yeguas y sementales para vida son un aliciente para que el sector esté actualmente en alza. Lo negativo es la máxima atención que tienen que prestar a sus animales, ya que no pueden subir potros a puerto por los ataques de los lobos. El bajo baremos de las indemnizaciones por los daños provocan que los criadores prefieran dejar a las potras paridas en la cercanía de sus casas.

En la zona siempre hubo yeguas de aptitud cárnica y la mayoría de criadores cuentan con semental. “Hace unos años vino la inseminación, pero había que bajar a las yeguas a San Martín  y era una complicación, entonces cada criador tiene semental propio”, explica Boto, que cuenta con ocho yeguas con sus potros y un semental. “Las yeguas normalmente paren ahora en primavera o alguna en otoño, pero lo habitual es que lo hagan en los meses de marzo, abril o mayo”, afirma.

Salvo con las nieves del invierno que los animales se bajan a las cercanías de los pueblos, el resto del año están en puerto, concretamente en La Collada. “Pero no subimos ninguna cría, por el peligro de los lobos, cuando las yeguas paren es cuando más trabajo dan, las dejamos en las cercanías de casa para controlarlas, ya que en puerto es un riesgo”. En invierno estos animales también complementan su alimentación con hierba o con pienso, “cada uno lo hace a su manera”. Boto incide, “tenemos los lobos encima todos los días y tenemos que meter las yeguas paridas a dormir, porque si no nos matan los ‘potrinos’, tenemos los lobos pegados a casa, y claro, lobos siempre hubo, pero antes en el puerto no pasaba nada”. Él sube a ver a los animales a La Collada con asiduidad, ya que de paso también “voy a ver las vacas”. Además este tevergano reconoce que las pérdidas económicas son cuantiosas, ya que la indemnización por daños del lobo por un potro es de 185 euros, mientras que en el mercado un potro para carne puede alcanzar hoy en día los 700 euros. “Las indemnizaciones del Principado siguen el mismo baremo de hace 20 años, pagan poco y cuando quieren, y además te pagan por igual un ‘potrín’ normal que uno bueno que sirva para semental”, recalca. Además de esto Boto describe la sensación que un ganadero siente al ver un potro comido por los lobos “y la muerte que lleva, eso los ecologistas no lo ven”. Su conclusión es que “se venden los potros que nos dejan los lobos”.

Los potros de aptitud cárnica se venden al destete, a los 6 meses, algunos en el mismo puerto a donde acude el tratante. “Ahora andan bien de precio y el alza influye también en los precios de sementales y potras de vida”, afirma Boto, jubilado de la mina y que tiene los caballos como afición “y para que me dejen algo de beneficio”. Él no suele comprar, cría sus potras y va vendiendo las más viejas.

Aunque en Asturias no se ha popularizado el consumo de carne de potro, “la carne es superior, aunque con un sabor más dulce al que estamos habituados”. A Boto le preocupa que los pueblos van a menos, “somos cuatro viejos lo que tenemos ganado y poco, los jóvenes no tienen nada que hacer aquí, la vida no es como era, yo tengo cinco hijos y aquí ninguno. No es porque no guste, es que no se vive de ello”, sentencia. Fernando Boto pertenece a la Asociación de Criadores de Ganado Equino de la Montaña Asturiana (ACGEMA) y confía en que algún día se reconozca la raza del Caballo de la Montaña Asturiana, porque cree que así recibirán alguna ayuda.